Hemos perdido las grandes redes
de contención. Las abuelas modernas o trabajan o van al gimnasio o se juntan a
tomar el té con sus amigas, a las tías viejas ya nos las visita nadie, las
reuniones con amigas se vieron reducidas a su mínima expresión debido a los
compromisos de la vida actual.
Los niños son criados en soledad,
por madres y padres llenos de angustias, miedos y condicionamientos familiares. Estos generalmente, frente al desconcierto recurren a ponerse la careta de sus padres y repetir exactamente
lo que ellos hicieron, debido a que es lo único conocido y eso los reconforta.
Todas las consultas que antes uno
le hacía a su madre, ahora son canalizadas por búsquedas en navegadores, grupos de Facebook o Whatsapp dentro
de los cuales una pobre madre llena de miedos se vuelve presa fácil del
Colectivo de Super Mamás.
Para poder sacarnos las caretas y
liberarnos de la presión de si somos buenos o malos padres debemos volver a tejer las
viejas redes de contención.
Volvamos a las recetas de las
abuelas, escapémonos una tarde con amigas sin mirar el reloj, digamos
abiertamente que ser padres nos costó y nos sigue costando muchísimo. Todo
sería mucho más fácil si asumiéramos que el mundo no se volvió todo rosa desde
el momento en que tuvimos un hijo, que se volvió todo un caos y que ese hijo vino a sacudir
nuestro mundo.
Ser padres es hermoso, pero sería
mucho más fácil si fuéramos capaces de cumplir el rol en colectivo apoyándonos
en aquellas manos que se nos tienden ofreciendo ayuda. Detrás de los padres hay
todo un árbol genealógico empujando para mantenerlos de pie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario